Con la de dolores de cabeza que ha generado el fichaje de Neymar, que podría acabar con más de uno y de dos en la cárcel (si estuviéramos en un país donde los ricos pagan por sus delitos, claro), veo muy poco probable que el Barça esté dispuesto a negociar el traspaso del futbolista brasileño, que a sus 23 años y en su segunda temporada en Europa está demostrando que está llamado a ser el mejor del mundo cuando Leo Messi y Cristiano Ronaldo bajen su nivel.
Una operación mastodóntica y complicada
Nasser Al-Khelaïfi, el mandamás del PSG, está dispuesto a pagar una auténtica burrada para hacerse con su servicios. El problema es que la cláusula de rescisión del brasileño, que por cierto está a punto de renovar hasta 2020 cobrando 12 millones de euros por temporada, es inalcanzable. Hace falta juntar el dinero de varios jeques árabes para contentar al club catalán, y por otra parte también deben convencer al jugador.
El dinero no es su principal preocupación
Esto último es todavía más difícil si cabe. Dicen que el dinero todo lo compra, pero no hay que olvidar que Neymar rechazó una oferta del Real Madrid mucho más suculenta desde el punto de vista económico. Quería jugar en el Barça y es lo que está haciendo y puede hacer durante toda su vida. El dinero no parece preocuparle tanto como a otros futbolistas. Se conforma con tener los billetes suficientes para mantener a toda la cuadrilla de amigos que le siguen a todas partes.
Veremos qué sucede el próximo verano. Cuando se abra el mercado me temo que nos llevaremos más de una sorpresa, pero no será el ’11’ azulgrana el que nos dejará con la boca abierta. Es feliz en la Ciudad Condal y sus números avalan su progresión. Esta temporada ha jugado 29 partidos entre todas las competiciones, marcando 24 goles y repartiendo 8 asistencias. Es el jugador que nos habían vendido desde Brasil, no el típico Robinho que se queda por el camino.