Seguro que más de una vez habréis escuchado en un campo de fútbol eso de… «¡futbolistas, mercenarios!». Incluso es probable que vosotros también hayáis tarareado la cancioncita de turno contra los jugadores que defienden los colores de vuestro equipo. Eso sucede más que nada cuando los resultados van mal y los jugadores no se sacrifican sobre el terreno de juego. Además, todo se agrava cuando las expectativas son muy altas y no se cumplen.
Casos así son los que hemos podido vivir en los últimos años con los descensos a segunda división de Atlético de Madrid y Zaragoza. Ambos equipos formaron plantillas para estar arriba, para aspirar a los puestos de Champions League. Sin embargo, las cosas no salieron como se esperaba y la afición cargó contra los jugadores tanto en días de partido como en entrenamientos.
Realmente tenemos que pensar que todos ellos están trabajando, por lo que no están jugando por amor al arte, sino para ganarse la vida. Si bien hay excepciones, tipo Raúl o Puyol, la mayoría son capaces de venderse al mejor postor con tal de ampliar su nómina. Por eso no hay que sorprenderse cuando hombres como Luis Figo dejan el FC Barcelona para fichar por el Real Madrid. Eso es algo que ha pasado toda la vida y que seguirá pasando. No hay que olvidar que el fútbol es un negocio y las estrellas son los futbolistas.