
En el mundo del fútbol no hay verdad más verdadera que la que dice que la memoria no existe, o que en todo caso es muy corta. Ayer pasabas desapercibido, hoy eres el rey y mañana te abuchearán. A un futbolista se le exige un rendimiento igual de regular que el de una máquina programada para crear el chasis de 10.000 vehículos al año. No puede haber bajones en la producción, y como mucho se acepta alguna que otra tara que entra dentro de lo posible.
El caso de Eden Hazard, que la temporada pasada disfrutó del galardón al mejor jugador de la Premier League, es el mejor ejemplo posible para describir lo que puede suceder con un crack. Cuando elevas tu listón al 9,5 sobre 10, no puedes bajarlo al 5 de la noche a la mañana. Tu ficha ha pasado de ser de 9,5 y el número de camisetas con tu nombre se ha multiplicado por 9,5. Por eso no puedes defraudar a los que te pagan y a los que corean tu nombre. No puedes dejar tirados a los que han invertido todos sus recursos en Comunio confiando en los puntos que esperan conseguir jornada tras jornadas.
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