En las últimas horas se está hablando mucho de la derrota del Real Madrid en Balaídos. La imagen que ofreció el conjunto blanco fue pésima, muy lejos de la que pudimos ver en la mayoría de los partidos de la temporada pasada. Si en algo destacaba el Madrid de José Mourinho antes del verano era en su voracidad. Jugaba todos los partidos con la máxima intensidad y por eso llegó a ganar la Copa del Rey en su primer año y estuvo a punto de alcanzar la final en el segundo.
Nada es lo que era
Las cosas han cambiado mucho en la casa blanca. El equipo vive instalado en la tercera posición de la clasificación liguera a 11 puntos del Barça y no parece levantar cabeza. Muchos dicen que es porque están centrados única y exclusivamente en la Décima. Sin ir más lejos, Iker Casillas declaró recientemente que le daría igual acabar a 25 puntos del eterno rival en la competición doméstica si logran la ansiada Champions League.
Esas declaraciones no sentaron nada bien al cuerpo técnico. Aitor Karanka se encargó de expresar su malestar en público comentando que bastante tienen que aguantar ya estando a 11 puntos. No sé si se refiere a las típicas bromas relacionadas con Audi de A8, A11, etc. El caso es que no se respira muy buen rollo.
Situación insostenible
Algunos medios de comunicación se atreven a decir que la plantilla y Mourinho han roto su relación, como probablemente también la han roto el portugués y Florentino Pérez. La afición está dividida y entre tanto río revuelto el gran perjudicado es el club.
Mourinho hablará con los jugadores antes de afrontar el próximo partido de Liga ante el Espanyol. No quiere sorpresas y espera darle la vuelta a la eliminatoria de octavos de final de la Copa del Rey. Necesitará a sus jugadores más enchufados que nunca, así que Ángel Di María y compañía tendrán que ponerse las pilas porque ya están avisados.